Recuperar la piel

Hace más de seis meses que nuestro modo de vivir dio un vuelco significativo. Nuestra mediterránea manera de socializarnos cambió en horas pasando del abrazo y el beso al obligado abandono de nuestra sana costumbre, sustituyéndola por el ineludible uso de la mascarilla y la cotidiana distancia de seguridad.

Aunque acostumbrados a la situación pandémica, militando en la precaución y cumpliendo con la norma, no olvidamos la sensación de aquel entrañable y saludable efecto. Nostálgicos, recordamos el tacto y anhelamos que se nos vuelva a erizar la piel igual que ocurría antes de aquel marzo en que comenzamos a perder el olfato y el gusto.

Mucho tememos que no será pronto y que algún que otro mes deberá blincar el calendario para poder recuperar la piel y emocionarnos con el efecto de un beso amigo y la calidez de un abrazo –de esos que te envuelven por fuera y te abrigan por dentro-. Aun así, aunque se cumplan las funestas expectativas, no ha lugar para el olvido de tan ansiado sentimiento y tradición.

 

 

Ilustración artículo:

El beso, 1907

Constantin Brancusi

 

Fuente imagen: GOMBRICH, E.H., La Historia del Arte, Madrid, Debate, p. 581.

 

 

 

 


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